Norte. Paralelas de madera en el techo, trabes y vigas de roble y pino. El cuarto es de adobe, las paredes tienen un grosor de setenta centímetros. El calor o el frío están afuera, queda aislado en un clima eternamente templado, detenido. Hay en este cuarto una sola ventana, de apenas cuarenta por cincuenta centímetros; los vidrios están opacos, hay humedades hechas polvo en ellos. La atmósfera está llena de humedad, de moho, una oscuridad visible en donde los ojos tienen que acostumbrase a ver las formas. El color es azul en la pared sur donde hay una repisa de madera, un pequeño altar con la imagen de una Virgen y un Sagrado Corazón, además de la foto de una familia sonriente y joven; otros tiempos, no cabe duda.
En el occidente hay una puerta de madera con pequeñas ventanas de treinta por treinta centímetros, está pintada de verde y da entrada a una cocina. En el oriente está el espacio rectangular para una puerta que no está, solo hay una cortina de poliéster con grabados de flores rojas y naranjas. Al Norte de este cuarto enorme hay dos camas metálicas con colchones de borra y franela, el piso es de losetas de cerámica roja y está cubierto por una alfombra verde. Junto a la puerta de madera hay un ropero grande de pino y dos lunas enormes en las puertas que reflejan las colchas de algodón color azul de las camas; detrás del ropero hay una pila de cobijas y cobertores sobre una silla de madera.
Junto a la ventana hay una cajonera color blanco, sobre ella hay unas fotos enmarcadas: una boda, un bebé sonriente, una pareja y una extensión enorme de agua detrás (Chicago, 1942, consigna una caligrafía añeja). Los gusanos se ocultan en el cielo de este cuarto silencioso, a tres metros de altura se les escucha roer la madera de las vigas, dejan agujeros en este universo detenido. En las noches, se oyen trabajar esas fauces pacientes devorando la madera, entonces un fino polvo te cae sobre la cara. Ese detalle estremece al durmiente boca arriba, provoca pesadillas en donde eso muertos presentes te pasan lista, te miran a los ojos y te dicen nada. Solo te señalan con la mirada. En el Norte, muy al norte de este continente, el sol es un cuadro en la pared y la vida es polvos de gusano sobre los párpados.
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