miércoles, 13 de enero de 2010

Y te llama por tu propio nombre


Wendigo


Algernon Blackwood fue un miembro tardío de la irónicamente famosa cofradía Golden Dawn dedicada a estudios ocultistas a principios del siglo XX, pero más importante que esto sin duda es que fue el autor de algunos maravillosos cuentos de terror con los cuales yo dulcemente me torturaba en la adolescencia. En especial "El Wendigo" instaló en mi mente imágenes (poéticas realmente, porque también lo tremendo y espantoso puede ser sublime) de las cuales aún no me he podido desembarazar y que vuelven a mí cada vez que pienso en el bosque, la montaña, o los lugares naturales en los que el hombre simplemente se pierde en la consciencia de su insignificancia.
En la inmensidad de los bosques canadienses un grupo de hombres se encuentran cara a cara con un ser primordial, el Wendigo, monstruo de las leyendas ancestrales, que no debería existir en el mismo mundo que los seres humanos. El Wendigo no es otra cosa, dice un personaje del cuento, sino simplemente la personificación de la Llamada de la Selva "que algunos individuos escuchan para precipitarse hacia su propia destrucción". Yo me aterro al pensar en la naturaleza de lo que ahora me guía contra mi voluntad y contra mi conveniencia hacia lo que sé que será; esa llamada acaricia mi necesidad y me tensa dolorosamente los tendones, porque, como afirma dicho personaje sobre el ominoso llamado de la selva: "cuando lo oyes, no hay posibilidad de que te equivoques. Te llama por tu propio nombre"
                            
Texto de Francisco Aragón (1973-2008)

Bacho crónico. Corrección prosódica

Está dormido, respira fuerte. Sus compañeros se ríen, lo observo y digo, de seguro su compañero se levantó temprano para ir a trabajar. Un...