jueves, 13 de agosto de 2009

Los lugares donde he dormido (IV)


III. Cuarto con cielo diminuto

Muchos años antes de ser un cuarto este espacio fue un establo. En la pared opuesta a la entrada estaba el comedero, se nota porque el “diseñador” que adaptó este lugar tenía poca habilidad para el arte del resane y el aplanado de muros, por eso se nota un emplasto en la pared a una altura de 50 centímetros donde seguramente los caballos, que eran 17 criollos y un pura sangre viejo y dos burros trabajados en la explotación del acarreo de colchones viejos, comían el forraje y tomaban el agua. El terreno de esta pensión albergó medio siglo atrás las caballerizas de un general muy violento e intransigente que se hizo de los terrenos al matar a todos los ejidatarios y reclamar las tierras como baldías al gobierno federal.

Ahora esas tierras baldías albergan a 57 estudiantes: 49 hombres y 8 mujeres; todos rentan un cuarto de 4 por 4 en donde cabe una cama de fierro PTR de 6 milímetros de tamaño individual, un colchón de hule espuma, una pequeña mesa y una cajonera. El piso de los cuartos es de cemento de concreto pulido y se comparte un baño diminuto con una taza color rosa, un lavamanos azul, decorado con retazos de azulejos de diferentes colores y diseños: el maestro albañil que hizo los trabajos en este baño, hay que mencionarlo, realizó un trabajo loable, las piezas de ese “puzle” de retazos sobrantes son de diferentes medidas y colores y la noción de proporción del espacio y del color es loable.

El cuarto en cuestión tiene un techo de lámina de asbesto y hojalata, lo sostienen trabes de madera de dos pulgadas, hay una ventana de dos metros de largo por 37 centímetros de ancho, no tiene manijas y las bisagras de metal están oxidadas y herrumbrosas, por lo tanto, cuando la puerta de metal está cerrada el calor se acumula y se vuelve insoportable. Hay también un librero largo de bambú con ocho espacios rectangulares en donde se amontonan libros de tamaños diferentes, una botella de Ron Matusalem vacía, un cenicero con monedas, una tira de profilácticos sin marca, dos cajetillas de cigarros y un encendedor metálico con la figura grabada de una mujer con el pelo largo y el seno descubierto.

En el piso del cuarto hay una alfombra de color café claro o amarillo oscuro. Hay dos camas de metal. Una usada y la otra no. Cuando llueve el tronar de las gotas se duplica y es muy difícil conversar. También hay una mesa de madera sin pintar, sobre ella hay una lámpara de metal con base circular color negro, tres cuadernos, un vaso de cristal en donde hay siete plumas de diferente tinta; también hay tarjetas con datos bibliográficos, citas textuales, y paráfrasis apresuradas sobre definiciones narratológicas.

El cuarto huele a tabaco, sudor y humedad: una combinación elemental de vida con distancias largas, puertos lejanos y ventanas abiertas. El espacio es oscuro y un foco de 40 wats cuelga de la trabe central. Sobre la pared norte de este cuarto se han escrito con marcadores de diferentes manos una considerable cantidad de frases, versos, aforismos, ruegos, milagros y pedimentos a instancias sobrenaturales. También hay una mujer de largos brazos y senos puntiagudos en cuyo vientre hay un laberinto surcado por un caracol, en las manos tiene una clepsidra y de su cabeza brota una paloma, su rostro está sesgado a la derecha y de su boca brotan esferas donde se han escrito fórmulas matemáticas. Hay otros trazos por esa pared: “el ave canora que remonta el vuelo”, “la muerte que vendrá y tendrá tus ojos”, “La colonia que se desciende con los ojos cerrados, en una entrega total de todo el ser, a sepulcro abierto.”

Sobre las láminas de este cuarto está el cielo, un cielo diminuto y agujero gigantesco.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El espejo del cielo


Los lugares donde he dormidos (III)


II.- Cuarto de madera


El cuarto de madera está en un segundo piso sobre una estructura de adobe desgastado por las sucesivas y tercas lluvias ciclónicas de septiembre. El cuarto tiene paredes de madera de pino, los tablones son irregulares, de diferentes grosores y diversas longitudes. Muchos están pintados con cal y otros con pintura acrílica blanca, los más tienen trazos de pintura rosa, verde y hay partes donde están forradas con papel de costal de cemento. La puerta es de madera y en otros tiempos debió adornar la entrada de una casa, es de cedro, no tiene chapa pero ostenta un pasador de garfio de metal oxidado que sirve como seguro, la puerta está pintada de color café oscuro y tiene una calcomanía con una leyenda que dice: “Vota por BaVi para presidente municipal”.
El piso son enormes sillares de madera de dos pulgadas, están sin pintar y los pasos de los días lo han hecho brilloso. En el cuarto existen tres ventanas pequeñas, en el día plástico opaco hace las veces de vidrio y por la noche se cierran por medio de unas ventanas de madera oscilantes de eje superior. En el cuarto hay un enorme y viejo ropero del cual cuelgan ropas gastadas y húmedas que ya nadie se pone, solo tiene tres patas y lo que hace de sostén en la cuarta es una pila de tres tabicones de concreto.
Hay una silla de madera con respaldo y asiento de palma, una pequeña cajonera sobre la cual hay una lámpara de tela. Las camas, dos, una matrimonial y otra individual copn tambores de metal. Los colchones están húmedos y la borra interior del colchón individual alberga la madriguera de una rata enorme y discreta.
El techo del cuarto es de láminas de asbesto sujetas por troncos mal tallados en una posición triangular, para apuntalarlo longitudinalmente hay cinco rieles de acero que permite que el techo no se mueva. Por los rieles, en las noche, pasan discretamente una ardilla negra de gran cola esponjada, un tlacuache lento y sordo, los ejércitos de hormigas y una legión de gusanos coloridos que cuando caen en la cara del durmiente producen quemaduras y fiebres altas.
Afuera está el bosque de árboles de aguacate.
Cuando llueve, el pertinaz sonido del goteo crea una somnolencia muy particular, la temperatura desciende, el tiempo es demasiado grande, el futuro una posibilidad inmensa. El frío en la madrugada es intenso, entonces todos los seres vivos de ese cuarto nos arrebujamos entre las colchas, no nos movemos y dejamos que el calor nos haga sentir a todos menos solos, mamíferos a pesar de los insectos, tratado de sobrevivir una noche más en estas latitudes.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Los lugares donde he dormido ( II )


I.- Cuarto Obscuro

El primer cuarto que refiere la memoria lo ubica en una geografía concreta pero en una temporalidad difusa: a bien no sé si es la descripción de un sueño, si es una invención o es el primer recuerdo. El cuarto es obscuro, las paredes están tapizadas por un papel rojo con adornos barrocos en dorado. Una de las paredes está ocupado por un ropero de madera el cual no tiene puertas y expone a la vista unos sacos de hombre de telas brillantes: verde, azul, plata; también hay vestidos de poliéster con estampados de flores de colores, pantalones de ala ancha, corbatas exageradamente grandes con pinturas y diseños de rayas gruesas y círculos; también hay zapatos en la parte baja.

A la mitad del cuarto hay una cama con un oxidado tambor y patas de metal grueso, arriba del tambor hay un colchón gastado con hoyos y manchas, está hecho de resortes forrados con tela de color blanco. La cama tiene una cabecera de madera en la cual hay pintas y rayones de acrílico. El piso de este cuarto obscuro es de linóleum, imita la cerámica en cuadros amarillos y vino.
Hay al lado de la cama una cuna de color blanco, con barrotes de madera y una imagen de un oso azul sonriente pintada en la cabecera. El colchón de la cuna es cómodo, no rechina y tiene marcado un continente de manchas superpuestas de emanaciones nocturnas propiciadas por el miedo a una oscuridad distinta y a un ser amorfo y viscoso color verde que se oculta detrás de la puerta de tambor color blanco. Este cuarto es silencioso, acaso mudo.

Aquí hay muy poca luz. Existe una enorme ventana en una de las paredes pero está cubierta por gruesas cortinas de un color indefinido, tal vez son verdes en ocasiones son café. El foco está polvoso, sin vida. Bajo la cama y bajo la cuna, lo sé, existe un universo de polvo, cosas perdidas, juguetes extraviados y calcetines mugrosos. Existe somnolencia y un extraño olor que muchos cuartos adelante, y en otras circunstancias, reconoceré.

martes, 4 de agosto de 2009

Los lugares donde he dormido ( I )


Entrada sin puerta

"El tiempo que pasa (mi historia) deposito residuos que van apilándose: fotos, dibujos, carcasas de bolígrafos, rotuladores ya secos desde hace tiempo, carpetas, vasos perdidos y vasos no devueltos, envolturas de puros, cajas, gomas, postales, libros, polvo y chucherías: lo que yo llamo mi fortuna”

George Perec, Especies de espacios

El título y la intención es de George Perec, también la estructura, el afán crinográfico y el retrato. El impulso debe estudiarse por otras geografías, más allá de la paráfrasis y cercana a la parodia: en todo caso es una factorización, un ejercicio autobiográfico. El asunto estilístico Perec lo llevó hasta sus últimas consecuencias en aquel edificio narrativo llamado La vie, mode d'emploi, la descripción y todos sus tipos quedaron agotados: el afán descriptivo de un escritor no pudo tener un final mejor como en la obra del francés.
La lección es ejemplar: las historias surgen en las escaleras, en el cuarto de servicio, en las ventanas, en una cama; la disciplina consiste entonces en ir y venir por las prosopografías y las anacronías, la acumulación se vuelve una poética: la del detalle, pues es ahí donde está la literatura entera. Es la acumulación quien configura el texto narrativo: “Leer es recorrer un texto espacio tras espacio”, escribir, por tanto, se constituye como la construcción necesaria en donde el tiempo o el salto se vuelve indispensable.
Perec es exacto, no se trata de “inventar” una historia, se trata de “moverse” en el espacio que generan las descripciones, moverse hacia todos los puntos cardinales de la página, arriba y abajo, de principio a fin, a la derecha y a la izquierda: “Escribo: vivo en mi hoja de papel, la cerco, la recorro. Suscito espacios en blanco, espacios (saltos en el sentido: discontinuidades, pasajes, transiciones)”
La narrativa se convierte en el placer de acariciar con las palabras todo lo que me rodea: las palabras se deslizan, los significados aparecen, se entrelazan, se mezclan aún a pesar de quien escribe.
Los espacios virtuales, los espacios mortales, los espacios vacíos, los espacios repletos. Todo en unas líneas en unos signos: a final de cuentas es un ejercicio, una invitación; la necesaria recuperación, como diría Perec, de los lugares donde he dormido. El esquema está dado pero no lo seguiré porque nunca he dormido en un palacio neoclásico ni en un ropero ni en un cuarto cuya ventana muestre la campiña de una meseta verde y húmeda. Salvo la memoria, lo demás es George Perec.

Bacho crónico. Corrección prosódica

Está dormido, respira fuerte. Sus compañeros se ríen, lo observo y digo, de seguro su compañero se levantó temprano para ir a trabajar. Un...