martes, 4 de agosto de 2009

Los lugares donde he dormido ( I )


Entrada sin puerta

"El tiempo que pasa (mi historia) deposito residuos que van apilándose: fotos, dibujos, carcasas de bolígrafos, rotuladores ya secos desde hace tiempo, carpetas, vasos perdidos y vasos no devueltos, envolturas de puros, cajas, gomas, postales, libros, polvo y chucherías: lo que yo llamo mi fortuna”

George Perec, Especies de espacios

El título y la intención es de George Perec, también la estructura, el afán crinográfico y el retrato. El impulso debe estudiarse por otras geografías, más allá de la paráfrasis y cercana a la parodia: en todo caso es una factorización, un ejercicio autobiográfico. El asunto estilístico Perec lo llevó hasta sus últimas consecuencias en aquel edificio narrativo llamado La vie, mode d'emploi, la descripción y todos sus tipos quedaron agotados: el afán descriptivo de un escritor no pudo tener un final mejor como en la obra del francés.
La lección es ejemplar: las historias surgen en las escaleras, en el cuarto de servicio, en las ventanas, en una cama; la disciplina consiste entonces en ir y venir por las prosopografías y las anacronías, la acumulación se vuelve una poética: la del detalle, pues es ahí donde está la literatura entera. Es la acumulación quien configura el texto narrativo: “Leer es recorrer un texto espacio tras espacio”, escribir, por tanto, se constituye como la construcción necesaria en donde el tiempo o el salto se vuelve indispensable.
Perec es exacto, no se trata de “inventar” una historia, se trata de “moverse” en el espacio que generan las descripciones, moverse hacia todos los puntos cardinales de la página, arriba y abajo, de principio a fin, a la derecha y a la izquierda: “Escribo: vivo en mi hoja de papel, la cerco, la recorro. Suscito espacios en blanco, espacios (saltos en el sentido: discontinuidades, pasajes, transiciones)”
La narrativa se convierte en el placer de acariciar con las palabras todo lo que me rodea: las palabras se deslizan, los significados aparecen, se entrelazan, se mezclan aún a pesar de quien escribe.
Los espacios virtuales, los espacios mortales, los espacios vacíos, los espacios repletos. Todo en unas líneas en unos signos: a final de cuentas es un ejercicio, una invitación; la necesaria recuperación, como diría Perec, de los lugares donde he dormido. El esquema está dado pero no lo seguiré porque nunca he dormido en un palacio neoclásico ni en un ropero ni en un cuarto cuya ventana muestre la campiña de una meseta verde y húmeda. Salvo la memoria, lo demás es George Perec.

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