miércoles, 5 de agosto de 2009

Los lugares donde he dormido ( II )


I.- Cuarto Obscuro

El primer cuarto que refiere la memoria lo ubica en una geografía concreta pero en una temporalidad difusa: a bien no sé si es la descripción de un sueño, si es una invención o es el primer recuerdo. El cuarto es obscuro, las paredes están tapizadas por un papel rojo con adornos barrocos en dorado. Una de las paredes está ocupado por un ropero de madera el cual no tiene puertas y expone a la vista unos sacos de hombre de telas brillantes: verde, azul, plata; también hay vestidos de poliéster con estampados de flores de colores, pantalones de ala ancha, corbatas exageradamente grandes con pinturas y diseños de rayas gruesas y círculos; también hay zapatos en la parte baja.

A la mitad del cuarto hay una cama con un oxidado tambor y patas de metal grueso, arriba del tambor hay un colchón gastado con hoyos y manchas, está hecho de resortes forrados con tela de color blanco. La cama tiene una cabecera de madera en la cual hay pintas y rayones de acrílico. El piso de este cuarto obscuro es de linóleum, imita la cerámica en cuadros amarillos y vino.
Hay al lado de la cama una cuna de color blanco, con barrotes de madera y una imagen de un oso azul sonriente pintada en la cabecera. El colchón de la cuna es cómodo, no rechina y tiene marcado un continente de manchas superpuestas de emanaciones nocturnas propiciadas por el miedo a una oscuridad distinta y a un ser amorfo y viscoso color verde que se oculta detrás de la puerta de tambor color blanco. Este cuarto es silencioso, acaso mudo.

Aquí hay muy poca luz. Existe una enorme ventana en una de las paredes pero está cubierta por gruesas cortinas de un color indefinido, tal vez son verdes en ocasiones son café. El foco está polvoso, sin vida. Bajo la cama y bajo la cuna, lo sé, existe un universo de polvo, cosas perdidas, juguetes extraviados y calcetines mugrosos. Existe somnolencia y un extraño olor que muchos cuartos adelante, y en otras circunstancias, reconoceré.

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