sábado, 10 de octubre de 2009

Las Tribulaciones del General Rauda 1


                                                I
“General, general, siéntese usted aquí, por favor mi general; mire, mire, aquí se ve bien bonito el follaje”
El general barrió con la mirada la finca de don Ernesto Madrigal y se sentó resoplando ante una mesa llena de viandas y bebidas caras. Saludó a los presentes con un rápido movimiento de mano, mientras sus ojos observaban ansiosos el horizonte.
“Mi general -se esmeraba don Ernesto- pruebe usted estas corunditas rellenas, mire, póngale usted esta salsa, está buenísima.”
Rauda devoró una corunda  con mucha salsa, resoplaba al masticar y no dejaba de mirar los cerros detrás de la casa. La reunión se animó  cuando llegaron  las carnitas con  el churipo, los calzones del diablo y el caldo de pescado, el cuerpo del general se movía pendularmente, mientras su mirada obstinada trataba de descifrar el horizonte sin conseguirlo.
“¿Verdad que es hermoso el follaje, mi general?”  - Dijo don Ernesto mientras observaba orgulloso su finca.
“¡Qué no veo esa chingadera, hombre” - explotó Rauda.
“¡Qué pasa, mí general -imprecó don Ernesto, pálido y con voz temblorosa- qué es lo que usted no ve, mi general!”
“Pus eso, chingao, a ver si quitan esas pinches ramas para ver el follaje.”

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