viernes, 10 de julio de 2009

Las imágenes nocturnas


Cuando los viajes portentosos inundan la totalidad de las visiones oníricas, cuando las travesías son agotadoras y los amaneceres son cansados, es preciso quemar las camas, calarse las botas y no volver a tocar una puerta hasta que en sueños se presenten las cotidianidades más atroces, como ver la televisión, abrir el refrigerador o dormir en un lecho con sábanas limpias.

Si se sueña en exceso, (y esto debe hacerse siempre con ánimo de supervivencia) es necesario articular una pirueta de funambulista, se debe saltar las bardas de los panteones con levedad y escaparse de los enterradores y los sepultureros.

Cuando los sueños son intensos, y eso es fácil comprobarlo, la vida es un mosaico de aburrimiento.

En tales maniobras la rapidez es esencial, no se debe voltear jamás y se bebe clausurar el palacio de la memoria, para que con un aire menos viciado podamos recuperar las encimas atrofiadas de nuestro gen del movimiento.

Los sueños excesivos son síntoma de que nuestra vida está detenida. En nuestra sangre y en nuestro inconsciente están cinceladas las coordenadas del camino, la perspectiva siempre hacia adelante de los viajes: si no podemos aventurarnos hacia tierras lejanas en la realidad, el germen del camino se echa andar en sueños. Dichoso aquel que sueña cotidianidades pues seguramente lo aventuroso inunda su existencia.

Por esos los viajeros no sueñan, (Nunca Marco Polo nos describe un sueño ni Bruce Chatwin hace recuentos oníricos) pues su cuerpo está demasiado agotado para producir imágenes, para evocar costumbres. Sin embargo hay ocasiones, cuando los simulacros no se desvanecen con el frío, cuando las tierras son hospitalarias, cuando la cena fue triunfal, que los viajeros sueñan.

Entonces sus sueños son como nuestra casa, están siempre mirando por una ventana hacia la calle, sentados en una silla leyendo el periódico, conversan con una mujer en una cama sin colchas, contemplan un atardecer recargados en un barandal. Cuando despiertan tienen el hastío reflejado en la mirada, el sudor nocturno huele a aburrimiento, les duelen las articulaciones como si hubieran estado días esteros sin moverse, se despiertan siempre abruptamente, como si la muerte les acechara bajo las sábanas.

Si uno ve dormir a los viajeros se tiene la impresión de estar frente a un espejo, se experimenta un ligero estremecimiento, como de muerte, como de anunciación, y esperamos sentados frente a su cama, los cuidamos como si estuvieran enfermos, los observamos atentamente y esperamos a que despierten, para preguntarles: “Que noticias tienes de mi vida.” Ellos se sorprenden, pues es la misma pregunta que se hacen cuando ven a las personas dormir, cuando deciden que es necesario partir, en ese preciso instante, en que las costumbres y los domingos tranquilos les arañan los talones.

1 comentario:

  1. "Entonces sus sueños son como nuestra casa, están siempre mirando por una ventana hacia la calle, sentados en una silla leyendo el periódico, conversan con una mujer en una cama sin colchas, contemplan un atardecer recargados en un barandal."

    Me has dejado callado, realmente es un hermoso relato.

    "y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
    pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo"
    Cesar Pavese.

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