jueves, 16 de julio de 2009

Everibody knows

Poética de la Simulación. Todo mundo sabe que todo el mundo sabe. La lógica es el encubrimiento obviamente, pero también esta el carácter dramático de la afirmación y de la descripción, el universo de la representación tomando por sorpresa todos los ámbitos de la esfera humana. Si se afirma que toda situación es un drama, un constructo de representación escénica, entonces todas las actitudes representan necesariamente una cosa distinta de la que enseñan. La generalización es muy arriesgada, y en términos formales es absurda, por eso Platón detesta las representaciones, las fanfarronadas de los ditirambos.

Todo el mundo sabe que el barco se esta hundiendo pero “preferimos” no darnos cuenta de ello. Fue hasta la ausencia de movilidad de Bartleby que la negación de la apariencia se disloca, el fin de la humanidad y el gran miedo platónico consiste en que esas apariencias dominen el terreno de lo real. No es casual que se pida asesinen a los imitadores y a los farsantes, al chistoso y al bufón; pues de no hacerlo, se está dando criterio de verdad a la oscuridad de la sala del Teatro, del gran teatro del mundo.

Todo mundo sabe que la pelea está arreglada y que estás sufriendo en tu Calvario, y la reiteración de los violines y de la voz hacen de las frases una enumeración de la lógica de la simulación, y esa enumeración, necesariamente concisa, está el orden cotidiano, el desorden planetario. Pero somos legión, inmensa por cierto. Las apariencias engañan dicen, en realidad las apariencias son ingenuas, lo que destroza todo rastro de racionalidad es creer que eso que es necesariamente simulación “es necesariamente lo verdadero" y lo consideremos por solo hecho de que necesitamos “creer” que eso es verdad. En realidad ésta es la base del discurso posmoderno, sabemos que nada tiene sentido pero “actuamos” como si todo tuviera sentido, es la lógica de la simulación, de la cuarta pared, de la frontera escénica: lo real y lo ficcional en un mismo escenario: sabemos que el universo de lo fantástico es una quimera pero me gusta creer en ello: everybody knows, repite la voz y no hay forma de contradecirla.

miércoles, 15 de julio de 2009

La mirada de Sibilya



La imagen es impresionante: es el atardecer, la ciudad citiada de Jeruslem está inundada por el miedo, la luz es hermosa y las nubes como siempre en el desierto son transparentes. El cruzado suelta una arenga para subir los ánimos de los guerreros y en una ventana está la reina de Jerusalem, la mirada de la actriz es impresionante. El cruzado termina la arenga y la reina sonrie.Es el mejor momento de la película, la actríz capta el mensaje, en el sitio de Jerusalem lo que importa en medio de la masacre y el terror es la certeza de tener una palabra que perpetue la esperanza mas allá del simple discurso religioso.


La película "Kigdom of Heaven" es un tratado sobre el poder de la mirada. La película funciona no por su historia o su anécdota, funciona porque Riddley Scott supo escoger a sus actores por la expresión y el poder de la gesticulación y la mirada. El actor que personifica a Saladino el irakí Ghassan Massoud, es sensacional, su rostro llena la pantalla, lo mismo que los ojos de Eva Green y la presencia de una voz ronca, solo la voz de Jeremy Irons. Sale sobrando el héroe, pero eso no importa, con la mirada de Salahadim y la mirada de Sibilya tenemos.

lunes, 13 de julio de 2009

Elogio de Matusalem


Lejana al juego y al placer del laudatorio, la contemplación de lo que fue se vuelve la descripción del desastre: “Me gustan los hombres viejos/ que arriesgan el infarto en cada advenimiento” Lo que parecerá desde el inicio un homenaje, se convierte, arropada en un ligero tono de ternura y condescendencia, en una brutal enumeración de la debacle. El grito, la feroz crítica, la carcajada que antes fue un reclamo, se codifica, en unos cuantos versos, como la imagen de un Zeus viril venido a menos; en un remedo, una caricatura que arriesga, en un ejercicio recordatorio por reverdecer las fuerzas del poder sexua,l la vida entera. Por eso la carcajada, por eso la condescendencia de esta voz lírica. Hay una suerte de tono satírico, sumamente irónico: “Ah, qué encanto en sus carnes macilentas” dice, el elogio del desastre solo magnifica las razones de la decadencia.

La hiperbolización de la derrota del misógino motiva una reflexión sobre la carne, el trofeo más preciado de un hombre que se jacta de ser potente y eróticamente invencible, en estos “suaves” versos queda reducido a las carnes que se exhiben en los desagües de los rastros o de los mercados. Esas carnes apestan. Esta degradación oculta por un supuesto tono juguetón de la voz lírica no puede ser más aplastante: “Elefantes, vacas profanas, / con una almeja rodeando el paladar” El campo semántico es brutal: la lentitud, la pesantez, la gordura, la carne dura y costrosa, las moscas rondando por los cuerpos llenos de gusanos. El aliento solo recuerda una boca sin dientes, una boca que ya no mastica nada y que deja la mordida para los placeres de la memoria. A estas alturas ni de la comida se disfruta. A esto quedan reducidas las murallas del vigor masculino, del enfermizo paradigma del caballero andante, del homo faber, del hombre-divinidad y el hombre-toro: el eterno violador olímpico.

En su aparente sencillez el poema es un inteligente ajuste de cuentas, una acertada reflexión acerca de lo masculino, ese continente ensimismado en sus propios complejos de superioridad. El poema remata: “Han perdido casi todo” y eso que no se ha perdido es apenas nada, sino es que nada ya a estas alturas: el orgullo, ese genio y figura hasta la sepultura, “felíz colofón” para el patriarca bíblico, para ese Matusalem que todos los hombres llevamos dentro, el creador de gestas y el escultor de destinos, el acuñador de leyes y el semental indómito.

Con el mismo lenguaje y las mismas palabras, con los mismos recursos retóricos; con ese mismo discurso se codifica el poema, un poema sencillo y corto, pues lo que se crítica no merece más palabras que las dichas.

viernes, 10 de julio de 2009

Las imágenes nocturnas


Cuando los viajes portentosos inundan la totalidad de las visiones oníricas, cuando las travesías son agotadoras y los amaneceres son cansados, es preciso quemar las camas, calarse las botas y no volver a tocar una puerta hasta que en sueños se presenten las cotidianidades más atroces, como ver la televisión, abrir el refrigerador o dormir en un lecho con sábanas limpias.

Si se sueña en exceso, (y esto debe hacerse siempre con ánimo de supervivencia) es necesario articular una pirueta de funambulista, se debe saltar las bardas de los panteones con levedad y escaparse de los enterradores y los sepultureros.

Cuando los sueños son intensos, y eso es fácil comprobarlo, la vida es un mosaico de aburrimiento.

En tales maniobras la rapidez es esencial, no se debe voltear jamás y se bebe clausurar el palacio de la memoria, para que con un aire menos viciado podamos recuperar las encimas atrofiadas de nuestro gen del movimiento.

Los sueños excesivos son síntoma de que nuestra vida está detenida. En nuestra sangre y en nuestro inconsciente están cinceladas las coordenadas del camino, la perspectiva siempre hacia adelante de los viajes: si no podemos aventurarnos hacia tierras lejanas en la realidad, el germen del camino se echa andar en sueños. Dichoso aquel que sueña cotidianidades pues seguramente lo aventuroso inunda su existencia.

Por esos los viajeros no sueñan, (Nunca Marco Polo nos describe un sueño ni Bruce Chatwin hace recuentos oníricos) pues su cuerpo está demasiado agotado para producir imágenes, para evocar costumbres. Sin embargo hay ocasiones, cuando los simulacros no se desvanecen con el frío, cuando las tierras son hospitalarias, cuando la cena fue triunfal, que los viajeros sueñan.

Entonces sus sueños son como nuestra casa, están siempre mirando por una ventana hacia la calle, sentados en una silla leyendo el periódico, conversan con una mujer en una cama sin colchas, contemplan un atardecer recargados en un barandal. Cuando despiertan tienen el hastío reflejado en la mirada, el sudor nocturno huele a aburrimiento, les duelen las articulaciones como si hubieran estado días esteros sin moverse, se despiertan siempre abruptamente, como si la muerte les acechara bajo las sábanas.

Si uno ve dormir a los viajeros se tiene la impresión de estar frente a un espejo, se experimenta un ligero estremecimiento, como de muerte, como de anunciación, y esperamos sentados frente a su cama, los cuidamos como si estuvieran enfermos, los observamos atentamente y esperamos a que despierten, para preguntarles: “Que noticias tienes de mi vida.” Ellos se sorprenden, pues es la misma pregunta que se hacen cuando ven a las personas dormir, cuando deciden que es necesario partir, en ese preciso instante, en que las costumbres y los domingos tranquilos les arañan los talones.

lunes, 6 de julio de 2009

Equus


Los podemos observar inmortalizados en mosaicos y azulejos, en platos dóricos y vasijas escitas, en las apologías de Plutarco y en las alegorías hierofánicas persas, los vemos orgullosos: el semidios Alejandro de Macedonia montando a su caballo Bucéfalo, aquel corcel que no permitía otra entre pierna en su lomo más que la del conquistador. Bruce Chatwin afirma que ese caballo fue el único y verdadero amor de Alejandro, y así los retratan en esa incesante e insensata iconografía mitológica durante milenios: siempre juntos, nerviosos, decididos, extáticos. El jinete y su compañero como la vindicación de un amor transespecie, diferente. En este mismo tenor, y ya dentro de la tradición popular de los corridos, Villa y Siete Leguas, el Blanco y el Moro, y ese extraño jinete que monta al Tordillo después de la masacre de la batalla de Celeya. La mujer está ausente en los corridos de caballos así como en la vida de Alejandro, solo la presencia de la rienda y el relinchido; la vida y también la muerte sobre un caballo. El Tordillo era entendido, dice la voz lírica, Búcéfalo también y el Blanco más en esa fuga insensata y paranoica hacia ningún lado. Paradigmático corrido de la imposibilidad del amor transespecie: en esos páramos lejanos y secos, en la agonía un misterioso jinete prueba las bondades de la supervivencia y el aguante del caballo, hay placer en la voz del interprete al describir esa fuga hacia la muerte, la consumación siempre queda en el eufemismo y deja atrás un gigantesco imperio, una historia de amor, un orgasmo inédito y los encabalgamientos poéticos en los octosílabos de un texto hindi, un corrido y las comparaciones de Plutarco el cual se olvida, misteriosamente, de Genitor y Bucéfalo

Bacho crónico. Corrección prosódica

Está dormido, respira fuerte. Sus compañeros se ríen, lo observo y digo, de seguro su compañero se levantó temprano para ir a trabajar. Un...