Ayer,
dos futbolistas se liaron a golpes en la cancha de básquet. Se dijeron unas
cuantas verdades, muy rudas, de machos. Al rato, a media clase, llegó uno de los rijosos y se
sentó a la mitad del salón. Seguí con la clase, a los cinco minutos se abre la
puerta y entra el otro rijoso, buscó lugar y fue a sentarse con el otro
rijoso. Se me erizó la pelambrera, estos se van a dar otros madrazos aquí en el
salón. Sin embargo, se la llevaron tranquila, movían la cabeza cuando explicaba
lo de los versos y las estrofas. Los dos tomaban apuntes, fue
cuando se tomaron de la mano. Una caricia, no se voltearon a ver. Zanjaron el
entuerto, no se dijeron nada.
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