Ya Volker Schlöndorf lo decía, y muy bien, adaptar una novela al lenguaje cinematográfico implica más que solo montar secuencia tras secuencia, ser fiel a la crinografías y a los diálogos implícitos; adapatar una novela implica un esfuerzo de interpretación, de exégesis que va más allá de estar apegados a las intenciones del autor o a las exigencias de la trama. No country for old men de Cormac McCarthy es una novela plana en el sentido estructural de la palabra, una acumulación de descripciones de todo tipo, en pleno el estilo indirecto libre al insertar los diálogos; los monólogos del personaje principal, el "sheriff" Ed Tom, siempre en cursivas nos ofrecen sus reflexiones sobre el problema de la violencia en una tierra desmembrada y ausente. El "deep south", la frontera mexicoamericana. "Este país es muy desagradecido con su gente" dice, un país en donde los que corren son los que sobrevivien y los que dan la cara irremediablemente quedan tirados con un balazo en la cabeza.
Joel y Ethan Coen escogieron el libro perfecto para adaptarlo a su "scrappbook" de la realidad americana; libro cargado de crinografías y topografías, el lenguaje telegráfico de Cormac McCarthy y su fascinación por la narrativa minimalista hacen de los asesinatos en serie un mosaico desolador sobre una historia paradigmática en el imaginario norteamericano: el perdido maletín con millones de dólares dentro.
La adaptación del libro que hacen los Coen es impecable, dejan de lado bastantes secuencia narrativas, que si uno las sopesa bien, éstas sobran en la novela. El oficio interpetativo llega a su máxima expresión, pulen la joya del relato de McCarthy y nos ofrecen una película perfecta, la cual hace evidente la maestría a la que han llegado como lectores de textos literarios. El director y el guionista como interpretes de primer orden de un género que al llegar al cine, casi en todas ocasiones, queda muy mal parado.